miércoles

         Mi viaje es distinto. Durante años soñé con irme, como mi G. un personaje de una novela mía. Todo lo que pueda identificarme o identificar a mis amigos inmediatos, etc. lo escribiré con iniciales. G. se larga y deja de ser un alguien para ser literalmente un jaramago universal, que decía Ortega (me gusta Ortega, aunque me resulte pedante. Lo he leído y algunos de sus planteamiento, por él o por su discípulo Julián Marías…, los he hecho míos. Es cierto). Queremos dejar rastro. Unamuno lo llamaría trascender. “Que no se pierda el apellido de la familia”, decía aquel pobre hombre poco antes de cruzar el vestíbulo de la muerte. ¿Qué eco tienen nuestros hechos y nuestras palabras, nuestras vidas? Dígame el nombre de treinta personas que fueran coetáneas de los Reyes Católicos y que no estén recogidos en los libros de historia de la ESO y le doy mil dólares… ¿Ninguno? Repito: ¿qué eco tienen nuestras obras? Sí, en la eternidad de Dios que todo lo sabe. Cierto; mas… largo me lo fiáis, como decía el insobornable julandrón del señor Tenorio (eso dicen ahora, que él era el más tierno de la pareja, el conquistado y no el conquistador).

1 comentario:

  1. La foto del gato era mejor.
    Suerte con este nuevo blog.
    Cambia la plantilla, es horrorosa.
    Y aféitate, coño.

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